La estructura familiar en la violencia que ejercen los hijos sobres los padres, es decir, violencia filo-parental (VFP), presenta una serie de disfunciones evidenciadas principalmente en la organización jerárquica y señalamiento de normas, la protección de la imagen familiar, y la separación y fusión entre los distintos miembros de la familia.
Hay un claro déficit jerárquico en este tipo de familias. La dificultad para poner normas y límites es definitoria de estos sistemas familiares. El fracaso o la renuncia a establecer una jerarquía que permita el establecimiento y mantenimiento de normas se relaciona con varios factores: triangulaciones, en las que se busca alianza del hijo; relación fusional entre el hijo violento y uno de sus progenitores; conflictos y rivalidad entre los padres que no permite a ninguno de ellos obstentar la jerarquía familiar etc.
La protección de la imagen familiar causa la ocultación de la VFP bajo un férreo secreto. Dicho secreto contribuye al mantenimiento de la conducta. El secreto trae como consecuencias el rechazo de la confrontación o discusión abierta sobre la conducta violenta, la minimización de ésta y la negativa a la toma de medidas consistentes. Para mantener el secreto de lo que ocurre se evita de modo progresivo el contacto con el exterior.
Hay una alta tolerancia a la situación de maltrato. Las familias por no perder la relación admiten conductas que reprobarían inmediatamente si las vieran hacer a otros. El deseo de que ésta continúe es tan fuerte que se someten a la tiranía del hijo con la fantasía de que así no se van a separar.
En cuanto al tercer elemento disfuncional observado en este tipo de familias (separación y fusión) Cyrulnik se expresa de la siguiente manera: “todos los adolescentes maltratadores que hemos encontrado habían carecido de una oportunidad para experimentar el efecto de la separación”. En las familias monoparentales la relación fusional es más fácil de observar (también se da en las no monoparentales).
Secuencia interactiva donde aparece con frecuencia el conflicto y la conducta violenta:
- Se inicia un desacuerdo entre progenitor e hijo, generalmente en torno al establecimiento de alguna norma o al ejercicio de la autoridad.
- Se entabla una discusión, con los participantes situados en un nivel de igualdad, lo que lleva con facilidad a una escalada violenta.
- Uno de ellos inicia un comportamiento evitativo y, sin resolver el conflicto, trata de retirarse.
- El otro, le persigue y acosa y trata de evitar su retirada.
- La persecución bloquea la salida del conflicto, incrementando notablemente la tensión.
- Surge la reacción violenta del acosado. Normalmente tras la irrupción de la conducta violenta viene la relajación y, vuelve a reconstruirse la relación.
Actualmente, a nivel social, económico y “cultural” se encuentran todos los elementos necesarios para disparar a categoría de epidemia social la VFP. El principio de autoridad en las familias se ve como algo reaccionario, desfasado, e incluso como una especie de maltrato. En consecuencia, los padres se ven coaccionados o inducidos a no desarrollar una de las funciones principales e inherentes al rol parental como es guiar la conducta del hijo a través del establecimiento de normas y límites. El hijo no corregido en su conducta de un modo consistente, padece niveles más altos de hostilidad, baja tolerancia a la frustración, neuroticismo, irritabilidad etc.
Para la funcionalidad del sistema familiar y la madurez psicológica de los miembros de dicho sistema, la familia no puede caer en el error de lo políticamente correcto generando pautas de convivencia “democráticas” donde todos los miembros tengan el mismo poder.
Además, convergen una serie de variables sociales como el elevado precio de la vivienda, el desempleo, la excesiva prolongación de la adolescencia y el nivel de preparación que se exige para acceder a los puestos de trabajo que, fomentan la dependencia parental. En este sentido, a nuestra juventud le resulta muy difícil concluir satisfactoriamente la tarea psicológica de individuación, independencia y autonomía respecto de los padres. Al no poder desvincularse, de una forma sana, de la familia de origen, no se puede desarrollar la propia identidad y el propio espacio vital, lo cuál, conlleva a multitud de problemas de conducta, trastornos psíquicos y disfunciones relacionales.