¿Cuáles son los resultados de este experimento y del nuevo entorno que lo rodea? Los autores de este libro concluyen que la evidencia es inequívoca: a día de hoy, y en la medida en que pueden ser calculados, los costes sociales son muy elevados, y los riesgos derivados de su fácil acceso pueden ser aún mayores. La pornografía es cada vez más accesible y «extrema», perjudicando no solo a mujeres y niños inocentes, sino también a sus usuarios.
Algunas pruebas de los daños provocados han sido sometidas a análisis estadísticos mediante métodos relacionados con las ciencias sociales; otras son de carácter clínico, lo que añade inmediatez personal. Además, el análisis filosófico y la reflexión sobre el significado de la sexualidad en la vida humana han clarificado las consecuencias dañinas que la pornografía puede tener sobre personas y comunidades.
Las ciencias neurológicas, por su parte, están avanzando en la explicación del comportamiento adictivo que a día de hoy sufren muchos de los consumidores de pornografía online, así como su necesidad de acceder a imágenes cada vez más explícitas y violentas. En resumen, la pornografía daña la ecología moral de la sociedad actual. Desgarra vidas y comunidades y, como Roger Scruton apunta de manera memorable, incluso el amor.
La pornografía perjudica las relaciones íntimas
Ante la extendida visión de que la pornografía mejora las experiencias sexuales, testimonios de mujeres y hombres confirman que ha sido perjudicial para su satisfacción sexual, sus relaciones y su capacidad para intimar con sus cónyuges.
Tal como explica Norman Doidge, los hombres comienzan a advertir que las actitudes pornográficas han invadido sus mentes, además de sus ordenadores. La mayoría de las investigaciones previas sobre los efectos negativos de la pornografía se centraban en el modo en que se convertía a las mujeres en objetos y víctimas. En la actualidad, el impacto negativo sobre los varones está también muy documentado.
A medida que aumenta el consumo de pornografía entre los hombres, estos se vuelven más insensibles y les resulta más difícil lograr un cierto grado de satisfacción e intimidad con sus esposas. Hay evidencias clínicas de que su consumo puede resultar adictivo, y los usuarios tienen grandes dificultades para dejarlo, incluso en aquellos casos en los que se enfrentan a la pérdida de sus relaciones, familias y trabajos.
Pornografía y violencia
En la pornografía la violencia está generalizada. Tal y como documenta Mary Anne Layden, existen estudios que demuestran que las personas que observan escenas de violencia sexual son menos dadas a pensar que la violencia es perjudicial. Los delincuentes sexuales utilizan la pornografía para preparar a sus víctimas.
Cualquiera que vea pronografía y se convierta en usuario acaba aprendiendo algo de ella. No solo determinados actos sexuales, sino también valores, puesto que la pornografía trasmite de forma subliminal comportamientos, creencias y actitudes.
Los adolescentes están cada vez más expuestos a la pornografía, y algunos la consumen de manera regular. Nadie sabe el impacto que tendrá esta exposición temprana en sus ideas sobre la sexualidad o su comportamiento sexual.
Cultura pornográfica
Hoy en día, mujeres y chicas adolescentes se enfrentan a una cultura sexual moldeada por la pornografía, que influye en la comprensión de sí mismas y en el tipo de relaciones que mantienen con los hombres, tal y como explican Jill Manning y Ana Bridges.
Con frecuencia, las esposas de los usuarios de pornografía son abordadas por un sentimiento de desolación al descubrir los hábitos secretos de sus maridos. Se sienten traicionadas, y su sensación de daño y confusión es aún mayor cuando sus parejas no pueden o no quieren dejar de consumirla. Según una encuesta llevaba a cabo hacia 2010, un 56% de los casos de divorcio involucraba a un cónyuge que consumía pornografía de manera compulsiva.
También las mujeres
Su masiva presencia ha conducido también a un aumento en el número de mujeres que la consumen. Ellas presentan los mismos problemas que ellos: se vuelven insensibles al contenido, tienen dificultades para establecer relaciones íntimas a largo plazo y son más propensas a separar gratificación sexual e implicación emocional.
Extracto de la introducción a «Los costes sociales de la pornografía», de James R. Stoner, jr y Donna M. Hughes (ed.)
Foto: Imagen de Daniel Reche en Pixabay