La alegría es un componente muy beneficioso para la convivencia familiar. Las personas alegres crean en torno a ellas unos lazos de cordialidad que cuesta romper. En cambio la persona triste o de mal humor obstaculiza las relaciones dentro de la familia.
La alegría nace de un sentimiento, pero también puede ser producida por nuestro empeño y por el modo de ver las cosas. Si ponemos el foco en los muchos motivos que tenemos para estar alegres –en lugar de ponerlo en los motivos que tenemos para estar enfadados-, la alegría se instala en nuestra persona y se irradia alrededor.
Este acceso a la alegría por la inteligencia es muy útil cuando los sentimientos están algo caídos. Además los sentimientos son mucho más difíciles de manejar que la razón, esta se acostumbra más fácilmente a la disciplina, se somete mejor a la voluntad. Por eso estar alegres no es fruto únicamente de un sentimiento que nos inunda, es también una consecuencia de una decisión intelectual.
A menudo, hay motivos para estar alegres, lo que pasa es que esos motivos no los valoramos, bien porque estamos acostumbrados a ellos o bien porque los infravaloramos. No se necesitan tantas cosas para estar alegres. Es importante saber descubrir motivos de alegría; en realidad cualquier cosa puede ser causa de alegría si la miramos con ojos nuevos, con la sorpresa con que se mira lo desconocido.
Los años nos van enseñando que la alegría no se encuentra tanto en los grandes acontecimientos o en las grandes cosas que hemos conseguido como en lo pequeño de cada día. Quién no sabe descubrir la alegría en lo ordinario está condenado a que la rutina y, por tanto, la tristeza, se instale en él. La persona alegre contagia su estado de ánimo a los que están alrededor.
El cariño a los demás, el amor, es la principal causa de la alegría. Dos personas que se quieren son capaces de ponerse al mundo por montera. Lo primero que vemos en los demás son los defectos, lo mismo que lo primero que ven en nosotros son nuestros defectos, hay que aprender a querer a la otra persona con sus defectos y saber poner el foco en sus virtudes. La alegría nos inundará y la irradiaremos en la familia si sabemos ver el lado bonito de la otra persona.