Hay cosas del pasado que nos impiden avanzar. Son como un peso en la mochila, que nos agobia y entristece: nuestros fallos, listas de agravios, sucesos desagradables…
Todos cometemos errores todos los días, nadie es perfecto. Conviene asumirlo y no darle más importancia. Es inútil llorar por la leche derramada, lamentarse de lo que no tiene remedio.
Paradójicamente, las dificultades pueden acercar a las personas. Sufrir juntos une mucho. Pedir perdón y perdonar refuerza la relación.
Las cosas del pasado son oportunidades para mejorar. Es cuestión de perspectiva, y de poner lo accesorio, las dificultades o errores, al servicio de lo esencial: la unidad de la pareja.
Por Luis Gutiérrez Rojas, psiquiatra, para Instituto Aster.