“¿Quién soy?” es una pregunta humana universal. Sin embargo, es difícil de responder cuando otras preguntas básicas resultan problemáticas o están fuera de nuestro alcance. ¿Quién es mi hermano? ¿Quién es mi padre? ¿Dónde están, si están en algún lugar, mis primos, abuelos, sobrinas, sobrinos y el resto de conexiones orgánicas que han servido de orientación para la existencia cotidiana de la humanidad hasta nuestros días? (…)
El padre ausente
¿Pero cuándo se han atenuado los lazos familiares? Vamos a repasar algunas de las formas del debilitamiento de la familia. En 1965, en The Black Family: The Case for National Action, el futuro senador Daniel Patrick Moynihan argumentó que la pobreza entre los negros estaba vinculada fundamentalmente a la implosión de la familia negra, y mostró su preocupación por la tasa de nacimientos fuera del matrimonio, que entonces rondaba el 25%, superando por mucho la tasa entre los blancos. Esa tasa continuaría aumentando tanto para los blancos como para los negros durante las décadas siguientes. (…)
En 1997, uno de los científicos sociales más eminentes del siglo XX, James Q. Wilson, identificó la raíz de la fractura en Estados Unidos en la disolución de la familia. Este profesor de Gobernación en Harvard, profesor emérito de la Universidad de California (Los Ángeles) y ex presidente de la Asociación Estadounidense de Ciencias Políticas, describió lo que llamó “las dos naciones” de Estados Unidos. (…) La línea divisoria ya no era una cuestión de ingresos o de clase social, sino del tipo de familia de la que se provenía, es decir, si uno había nacido en un hogar roto o intacto. “No es el dinero”, observó, “sino la familia la que es la base de la vida pública. A medida que se ha debilitado, todas las estructuras construidas sobre esa base se han debilitado también”. En 1997, el desmoronamiento familiar en Estados Unidos ya no era un fenómeno de gueto, sino un hecho de la vida cotidiana de cada vez más ciudadanos.
(…) La estructura familiar se había vuelto más importante que la raza, los ingresos o el puesto de nacimiento para que se dieran comportamientos positivos: “Los niños de familias monoparentales, en comparación con los de familias con los dos padres, tienen el doble de probabilidades de abandonar la escuela; son mucho más propensos a ser jóvenes que no estudian ni trabajan; las niñas de familias monoparentales tienen el doble de probabilidades de tener un hijo fuera del matrimonio; (…) los niños criados en hogares monoparentales tienen más probabilidades de ser suspendidos en la escuela, de tener problemas emocionales y de comportarse mal”.
Dos décadas y muchos más libros e investigaciones después, todos los estudios confirman la tesis de Wilson: la nueva riqueza en Estados Unidos es la riqueza familiar, y la nueva pobreza, la pobreza familiar. Al mismo tiempo, los padres ausentes han sido solo las lagunas familiares más visibles y medibles.
Hijos divididos
En el año 2000, Elizabeth Marquardt, en colaboración con el sociólogo Norval Gleen, publicó Between Two Worlds: The Inner Lives of Children of Divorce, el primer estudio sobre los efectos a largo plazo que tiene en la vida adulta la ruptura de los padres. Marquardt realizó un largo cuestionario a mil quinientos adultos jóvenes, la mitad de los cuales habían experimentado la separación de los padres antes de que los hijos cumplieran catorce años. Marquardt documentó diferencias entre los niños cuyos padres se divorciaron y los que provenían de familias intactas. Estas diferencias incluían temas como confianza, ansiedad, espiritualidad y otras medidas generales de bienestar.
Para los propósitos de este libro, lo más notable son las preguntas que revelan otro tipo de diferencia: estos dos grupos en ocasiones muestran conceptos de identidad totalmente contrapuestos.
Por ejemplo, los hijos de padres divorciados tenían una probabilidad casi tres veces mayor de estar totalmente de acuerdo con la declaración: “Me sentía como una persona diferente con cada uno de mis padres”. (…) Casi dos tercios de los encuestados con padres divorciados también estuvieron de acuerdo con la siguiente declaración, que expresa la división de uno mismo en más de uno: “Sentía que tenía dos familias”.
Esto es, nuevamente, una evidencia evocadora de la profunda sensación de ruptura de sí mismo que muchas personas, tanto adultos como niños, experimentan como puntos de partida en la vida (…) Y aunque este libro se limita al estudio de hijos de padres divorciados, sus hallazgos también podrían aplicarse a hogares donde los padres nunca se casaron, pero en los que ambas partes continúan desempeñando un papel en la vida del niño, aunque desde diferentes lugares.
Fuente: Aceprensa. Extracto del libro Gritos primigenios de la socióloga Mary Eberstadt sobre el resultado de la revolución sexual.