Dos escenas, de El violinista en el tejado y de Juno, que muestran cómo el amor no es algo que «surge» sin control, sino algo vivo que hay que cuidar para que crezca, madure y alcance plenitud.
El violinista en el tejado
Un ejemplo de amor auténtico en la película El violinista en el tejado (1971) que cuenta la historia de Tevye, un pobre lechero de Anatevka que lucha por sacar adelante a su familia en el marco de las tradiciones judías. En concreto, se esfuerza en conseguir novio a Tzeitel, su hija mayor, para la que no puede aportar ninguna dote. Al fin consigue que el rico carnicero –feo, malhumorado y glotón- acepte la mano de su hija mayor. Pero cuando se lo cuenta a ella, Tzeitel se echa a llorar y le dice que quiere casarse con el sastre del pueblo. “¡Pero si es un muerto de hambre, que apenas tiene para vivir!”, exclama Tevye. Y su hija responde: “Sí, pero yo le amo”.
La siguiente escena nos traslada al interior de la casa. Tevye le cuenta a Golde, su mujer, la decisión de la muchacha –que rompe la tradición judía– y la razón que aporta: que le quiere. De repente, surge la duda –la crisis– en el interior de Tevye: “Golde, a ti y a mí nos prometieron nuestros padres…”. Una pausa, un cruce de miradas y, al fin, una pregunta inquietante: “Golde, ¿tú me amas?”.
La mujer intenta evitar la conversación. (¿A qué viene cuestionar a estas alturas el amor en nuestro matrimonio?). Hace ademán de irse a la cocina, pero él se pone a su lado, e inicia la famosa canción: “But do you love me?”. Ella se revuelve y cambia de conversación, pero es en vano:
–Golde, la primera vez que te vi fue el día de nuestra boda… Yo estaba asustado.
–Y yo estaba avergonzada…- confiesa ella.
-También yo. Pero mi padre y mi madre me dijeron que aprenderíamos a amarnos mutuamente; y ahora, Golde, te pregunto: tú ¿me amas?
Golde se vuelve de espaldas, alza su mirada hacia el infinito, y abre al fin su corazón. Es el momento cumbre de la canción:
– Durante veinticinco años te he lavado la ropa, te he preparado la comida y he limpiado nuestra casa… Cada noche te he esperado junto al fogón, con la mesa preparada… Durante veinticinco años he aguantado tus berrinches y tus borracheras, y también he saboreado tus abrazos… Durante veinticinco años he vivido contigo, he luchado contigo… Te he dado cinco hijas, y he compartido tu mesa, tu lecho y tu casa. Si eso no es amor, entonces ¿qué es amor?
–Entonces, ¿me amas?
–Sí, supongo que sí.
–Y yo supongo que también te amo… Eso no cambia nada, pero incluso así, después de veinticinco años, es bonito saberlo…
“No sé si entonces te amaba -podría decir ella- pero sé que en estos veinticinco años he aprendido a quererte”.
Juno
Juno, la protagonista de la película titulada con su nombre, es una adolescente de Instituto que queda embarazada y opta por dar su hijo en adopción a un matrimonio sin hijos. Mark, el futuro padre adoptivo es un hombre frívolo que va cogiendo confianza con Juno y un dia le dice, en pleno embarazo, que quizá se divorcien
Mark: (Mirando a Juno) ¿Qué opinas de mí? Y ¿por qué estás aquí?
Juno: Sólo me gusta ser una pequeña pieza en tu extraña vida.
Mark: En esto, mi vida se ha convertido en esto. ¿Sabes? Tengo mis cosas en cajas. Soy una especie de clandestino.
Juno: ¿Es culpa mía? ¿Vanessa está enfadada conmigo por culpa mía?
Mark: No tiene nada que ver. Vanessa y yo ya no estamos enamorados.
Juno: Pues debíais estarlo cuando os casasteis y si lo estuvisteis alguna vez, ¿por qué no podéis intentarlo? Como mi amiga Leah que volvió con el mismo tío hasta cuatro veces. ¿Es que no te esfuerzas lo suficiente?
Mark: ¡Soy tan idiota!, es increíble lo idiota que soy.
Juno: Es que no puedes divorciarte de tu mujer. Por favor, ¿podrías enrollarte y seguir con Vanessa?
Mark: Eres tan joven.
Juno: Sólo necesito saber si es posible que dos personas puedan seguir juntas para siempre.
Mark: No es fácil, eso está claro y no tengo el mejor historial del mundo.
Fuente: Aprender a querer, amor con obras, violinista en el tejado. Alfonso Méndiz, jesucristoenelcine.blogspot.com.es
El amor es una tarea, una misión, requiere esfuerzo. Diálogo de la película Juno (2007). Santiago Chiva (archivo).